Envejecimiento

Los gatos: unos compañeros silenciosos y antiestrés, en la primera etapa de la vejez

Por María Luisa Gallardo.- Por años, la figura de “ la señora de los gatos” ha ocupado un lugar fijo en el imaginario popular. Es esa imagen de una mujer mayor, viviendo sola, acompañada por varios felinos, símbolo de soledad o incluso rareza. Pero detrás del estereotipo hay una realidad mucho más compleja y humana: los gatos se han convertido, en reiteradas ocasiones, en compañeros silenciosos de quienes transitan la tercera y la cuarta edad. Esto no es completamente casualidad, sino que también es una combinación de factores prácticos, emocionales y sociales.

Un fenómeno real

La relación entre adultos mayores y mascotas está respaldada por datos concretos.
Una encuesta del National Poll on Healthy Aging ,realizada por la Universidad de Michigan y la organización estadounidense AARP, reveló que el 55% de los adultos entre 50 y 80 años posee al menos una mascota, y que el 48% de ellos convive con un gato. Entre los motivos  mencionados se encuentran la compañía, la reducción del estrés y el sentimiento de tener un  propósito diario. Según los investigadores, muchos adultos mayores aseguran que cuidar de un animal “da estructura al día” y “mantiene la rutina viva”.

Sin embargo, los investigadores también notaron un fenómeno inversamente proporcional: mientras más avanzada es la edad, menor es la probabilidad de tener una mascota activa, lo que sugiere que la convivencia con animales se concentra  en quienes se encuentran en la primera etapa de la vejez.

¿Por qué los gatos?

No es casualidad que los gatos sean los más asociados con las personas mayores. A diferencia de los perros, los gatos no requieren paseos diarios, son independientes y se adaptan a espacios pequeños, ya sea departamentos o viviendas sin patio. Eso los convierte en una opción viable para personas con movilidad reducida o que viven solas.

Los gatos ofrecen compañía sin demandar atención constante, algo valorado especialmente en edades donde el silencio y la rutina se vuelven parte de la rutina diaria. Su presencia no impone horarios rígidos, pero sí aporta sensación de cercanía, de afecto tranquilo. Diversos estudios coinciden en que esta interacción “no invasiva” ayuda a reducir la soledad y ansiedad, especialmente entre adultos mayores que han perdido pareja o viven de manera independiente.

Un ejemplo revelador proviene del estudio “Impact of Cat Fostering on Older Adult Well-Being and Loneliness”, publicado en la revista The Gerontologist (Oxford University Press, 2024). En él, un grupo de 29 adultos mayores que acogieron gatos de refugio experimentó una reducción significativa en sus niveles de soledad tras cuatro meses, y el 95% decidió adoptar al animal.

Un estudio de la Universidad de Florida (2022) reveló que las personas mayores de 50 años que habían tenido mascotas durante más de cinco años presentaban un declive más lento en habilidades verbales y de memoria que aquellas sin animales. Los resultados sugieren que el vínculo con una mascota podría influir positivamente en la estimulación mental,  la regulación del estrés y factores cruciales del envejecimiento saludable.

Además, el simple acto de cuidar, alimentar o conversar con una mascota crea rutinas, promueve el movimiento y refuerza el sentido de utilidad.

El mito y la realidad del estereotipo

Pero ¿cómo surgió la idea de que las personas mayores, especialmente las mujeres, “acumulan gatos”?
Series, películas y caricaturas, han caricaturizado a la mujer solitaria rodeada de felinos como símbolo de excentricidad. Sin embargo, el fenómeno tiene raíces sociales, la soledad femenina en la vejez ha sido históricamente invisibilizada, y el gato, por su carácter independiente y su presencia constante, se ha convertido en metáfora de la autonomía y la resistencia al abandono.

El estereotipo, no solo exagera una realidad, sino que la descontextualiza. Muchas personas mayores, mujeres y hombres, encuentran en los gatos un compañero que no exige, pero acompaña; un lazo que equilibra el peso de la independencia con la necesidad humana de afecto.

Los gatos y la edad, un lazo humanitario

Detrás de la figura estereotipada hay una realidad y es que las personas mayores que eligen convivir con gatos no lo hacen por excentricidad, sino por conexión.
El gato representa independencia, ternura y compañía silenciosa reflejando entonces cómo el envejecimiento puede vivirse con autonomía y afecto.

En palabras simples, ser “la señora de los gatos” podría no ser una etiqueta, sino una forma distinta de vivir el paso del tiempo.

En un mundo que muchas veces invisibiliza la vejez, los gatos no son un reemplazo del contacto humano, pero sí un recordatorio de que la compañía puede adoptar múltiples formas. Y en ese gesto cotidiano como un ronroneo, una mirada, un pequeño salto sobre el regazo, se esconde la necesidad de sentirnos acompañados, algo que no desaparece, sin importar la edad.

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