La lectura funciona como una herramienta para mantener la mente activa en los “años plateados”
Por María Luisa Gallardo.- La lectura, lejos de ser una actividad exclusivamente recreativa, cumple un papel fundamental en el desarrollo y mantenimiento de las capacidades cognitivas a lo largo de la vida. En el caso de las personas mayores, su práctica constante puede marcar una diferencia significativa, es por ello que calificamos a la lectura como una de las estrategias más efectivas para mantener la mente en funcionamiento y fomentar la participación social de las personas de la tercera y cuarta edad.
En una entrevista realizada a María Julia Díaz Ahumada, licenciada en psicopedagogía, quien tiene experiencia trabajando con adultos mayores. Explica que mantener la mente activa en la tercera edad no solo es importante, sino necesario. Señala que la lectura estimula múltiples áreas cerebrales que suelen debilitarse con el paso del tiempo, como la memoria, la atención y las funciones ejecutivas. “No se trata solamente de ejercitar la memoria, sino de seguir conectados con otras personas y con lo que les gusta hacer”, comenta.
La lectura frecuente ayuda a mantener y mejorar la conectividad neuronal, reduciendo la probabilidad de deterioro cognitivo leve y enfermedades neurodegenerativas como el alzheimer. La lectura, al requerir concentración, comprensión y evocación de significados, activas redes cerebrales complejas que funcionan como gimnasia mental de largo alcance.

Los múltiples beneficios de leer en la tercera edad
Los beneficios de la lectura en los adultos mayores son amplios y abarcan distintas dimensiones del bienestar humano. En el plano cognitivo, ayuda a mantener la agilidad mental, fortalece la memoria a corto y largo plazo, y estimula el pensamiento crítico. Díaz, explica que “leer enlentece el avance de enfermedades neurodegenerativas, al mantener el cerebro activo y en ejercicio”. Además, señala que leer en voz alta o participar en talleres de lectura refuerza el lenguaje, amplía el vocabulario y mejora la comprensión lectora, lo que en conjunto contribuye a la preservación de las capacidades comunicativas.
A nivel emocional, la lectura es también una fuente de equilibrio y compañía. La profesional comenta que los libros pueden ser “una herramienta valiosa, especialmente cuando la soledad se hace presente”. Muchos adultos mayores, señala, viven solos o en residencias, y los textos les permiten viajar, recordar y emocionarse. “La lectura no solo estimula la mente, sino que también apapacha el corazón”, agrega. En este sentido, leer representa una forma de introspección y conexión con las experiencias pasadas, lo que fortalece la identidad personal y la autoestima.
Por otro lado, los clubes o talleres de lectura aportan beneficios sociales relevantes, participar en estos espacios fomenta el sentido de pertenencia, el intercambio de ideas y el fortalecimiento de los vínculos afectivos. Díaz explica que la interacción en torno a los libros permite que los adultos mayores se sientan parte de una comunidad, compartiendo perspectivas y reflexiones. Este aspecto social es crucial, ya que contribuye a reducir el aislamiento y a mantener la motivación por seguir aprendiendo.
Difícil acceso a la lectura
Si bien en el país existen iniciativas destinadas a fomentar la lectura en adultos mayores, como talleres en bibliotecas públicas, clubes de lectura en centros comunitarios o programas de fomento lector en centros diurnos, su alcance aún es limitado. Según Díaz, aunque se han hecho esfuerzos por acercar la lectura a este grupo etario, “todavía no es algo que llegue de manera equitativa a todos”. Explica que muchas veces las oportunidades dependen del nivel socioeconómico, la ubicación geográfica o el acceso a espacios culturales. “En lo personal creo que la lectura sigue siendo vista como un “lujo” o algo lejano, cuando en realidad es una herramienta que permite mantener la mente activa”, afirma.
Esa percepción de la lectura como una práctica poco accesible constituye un desafío para las instituciones. A juicio de la profesional, las bibliotecas, universidades, municipalidades y centros culturales deberían crear espacios ambientados especialmente para fomentar la lectura en adultos mayores. “No se trata solo de regalar un libro, sino de generar experiencias significativas: jornadas compartidas, cafés literarios, dramatizar lo leído o simplemente conversar sobre un texto”, sugiere.
La expansión del acceso digital ha abierto nuevas oportunidades para que los adultos mayores puedan seguir leyendo, especialmente aquellos con dificultades visuales o de movilidad. Los audiolibros, lectores digitales y las plataformas de acceso gratuito a textos son herramientas que facilitan la inclusión y promueven la autonomía. Desde la psicopedagogía, Díaz destaca que “la tecnología puede ser un puente que amplíe las posibilidades para que todos, sin importar sus limitaciones, sigan conectándose con el placer de leer”. Aunque aclara que el formato digital no reemplaza al libro en papel, considera que ambas formas pueden convivir y complementarse.
Leer para vivir mejor
El impacto de la lectura en la vejez va más allá del aprendizaje. Díaz comenta que, en su experiencia profesional, las personas mayores que retoman el hábito lector muestran una mejora notable en el ánimo, mayor seguridad en sí mismas y un renovado sentido de propósito. “Es como si volvieran a sentir que viven. Leer se convierte en una puerta abierta a los recuerdos, a la imaginación y, sobre todo, a la alegría de sentirse vivos y presentes”, afirma.
Promover la lectura en la tercera edad implica entenderla como un acto de bienestar integral. No se trata solo de un ejercicio mental, sino de una práctica que estimula la mente, alimenta las emociones, refuerza los lazos humanos y ayuda a la creatividad.
La lectura, en definitiva, mantiene encendida la curiosidad, esa chispa que impulsa a aprender y descubrir, incluso cuando los años avanzan. Fomentarla desde el ámbito familiar, educativo y comunitario es una tarea compartida que puede mejorar profundamente la calidad de vida de quienes envejecen.
