Salud

La importancia y la energía de la intimidad en la vejez 

Por María Luisa Gallardo.– La sexualidad en la vejez sigue siendo un tema ausente en la conversación pública. Durante décadas, ciertos discursos o contenido mediático (series, películas) han reforzado la idea de que el deseo es privilegio de los jóvenes y que, pasada cierta edad, la vida sexual desaparece o deja de tener sentido. 

Sin embargo, la evidencia científica de los últimos años ha demostrado que esa visión es errónea, ya que, el deseo y la excitación no envejecen, la sexualidad no acaba pasado los 60, simplemente cambia la forma en que se vive y expresa.

La actividad sexual en personas mayores tiene un impacto directo en su bienestar psicológico y físico. Quienes mantienen una percepción positiva de su sexualidad reportan mayores niveles de satisfacción vital, la liberación de hormonas produce efectos de felicidad y bienestar. Practicar sexo en la tercera y cuarta edad ayuda a prevenir enfermedades y disminuir el riesgo a problemas de hipertensión. En los hombres, ayuda a reducir la probabilidad de padecer cáncer a la próstata debido a los aumentos del flujo sanguíneo. 

Estos datos desmantelan la creencia de que la sexualidad en la vejez es un tema superficial. Por el contrario, constituye un indicador fundamental de salud integral, al mismo nivel que la alimentación, la movilidad o la socialización. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la sexualidad como un aspecto central en el ser humano, presente en toda su vida. Abarca el sexo, identidades y papeles de género; el erotismo, placer y la intimidad, expresada no sólo en actos físicos, sino también a través de pensamientos, deseos, fantasías, etc.  

Hablar de sexualidad en adultos mayores implica ampliar el concepto mismo de actividad sexual. Ya no se trata exclusivamente del acto coital. Si reducimos la sexualidad al acto penetrativo perdemos la riqueza de lo íntimo. La sexualidad es un conjunto de expresiones que incluyen las caricias, la masturbación, el afecto físico y la comunicación emocional. La mayoría de las personas mayores de 60 años continúa teniendo una actividad sexual activa, pero  la frecuencia,  intensidad y el tipo de práctica varían en función de la salud, las oportunidades y las creencias personales.

Cambios biológicos y adaptación

Es innegable que el cuerpo cambia con la edad. Las mujeres experimentan una disminución en los niveles de estrógenos, lo que puede provocar pérdida de lubricación o menor elasticidad. Las paredes vaginales pueden volverse más delgadas y un poco más rígidas. Estos cambios pueden afectar ciertos actos sexuales, como la penetración vaginal, haciendo que sean doloroso o menos deseable. En estos casos, es óptimo usar lubricantes a base de agua, para que el acto sea más cómodo y satisfactorio. 

Por otro lado, los hombres enfrentan una reducción progresiva en la testosterona, con efectos sobre la función eréctil. Esto puede hacer que se tarde en lograr la erección, no sea firme o grande como años atrás. 

Además, enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión o los problemas cardiovasculares pueden interferir en la respuesta sexual, al igual que la artritis, la incontinencia, la depresión o haberse realizado una que otra cirugía. Sin embargo, siempre se puede consultar con un médico. 

Por otro lado, los especialistas coinciden en que estos cambios no implican el fin de la vida sexual. En un artículo publicado por SciELO, se revisaron los proyectos de intervención gerontológica que abordan la sexualidad en la vejez y muestra que, al incorporar enfoques psicosociales, educación sexual adaptada y espacios de diálogo, las personas mayores pueden experimentar mejoras significativas en su bienestar sexual. La clave está en reconocer los cambios fisiológicos propios del envejecimiento, desmitificar prejuicios, fomentar la comunicación afectiva y ofrecer acompañamiento profesional que se ajuste a las necesidades individuales 

En este sentido, la conversación con los profesionales resulta fundamental. Muchos medicamentos recetados para enfermedades comunes en la vejez tienen efectos secundarios que afectan la libido o la función sexual, pero raramente se abordan durante las consultas. Normalizar el diálogo sobre la sexualidad en la atención médica puede contribuir al bienestar general y a una vida sexual activa. 

La invisibilización institucional también tiene consecuencias. En residencias de adultos mayores o centros de cuidado, las normas de convivencia suelen limitar la privacidad o prohibir las relaciones íntimas entre residentes. Estos factores refuerzan la idea de que la vejez es una etapa asexuada, lo que contradice la evidencia científica y vulnera derechos básicos de autonomía y bienestar.

En un contexto donde la soledad es reconocida como un problema de salud pública en la población mayor, el mantenimiento de la intimidad, física o emocional, se convierte en una herramienta relevante para la salud mental. La sexualidad, entendida como comunicación, afecto y expresión corporal, contribuye a preservar el sentido de conexión y pertenencia.

4  Mitos y 4 verdades 

MitoVerdad
Los adultos mayores no sientes deseo sexual La mayorìa de las personas mayores de 60, mantienen un grado de deseo y actividad sexual 
Solo importa la penetraciòn Las     caricias,     intimidad     emocional      y
 cercanìa fìsica tienen una relevancia mucho mayor que la penetraciòn
Las enfermedades crònicas eliminan la vida sexual Si se cuenta con la ayuda de un médico, y terapeutas, se puede mantener una vida sexual activa y satisfactoria.  
Hablar de sexualidad con adultos mayores es necesarioEl silencio genera desinformación. Es  importante dar un espacio a la comunicación sexual de las personas mayores tanto en la atenciòn mèdica como en las mismas familias

Una sexualidad saludable e inclusiva en la vejez

La sexualidad no desaparece con los años, cambia. Promover una vejez sexualmente saludable requiere políticas públicas que incorporen este tema en la formación médica, en las residencias de larga estadía y en las campañas de salud preventiva.

El reconocimiento de la sexualidad como un derecho no tiene límite de edad. Negarla o invisibilizarla es perpetuar una forma de exclusión. En cambio, abordarla desde la evidencia y la empatía permite acompañar a las personas mayores hacia una vida más plena, donde el bienestar sexual sea parte natural de la salud integral.

La vejez no pone fin al deseo, lo redefine. Comprenderlo desde una mirada profesional y libre de prejuicios es el primer paso para construir una sociedad que respete la dignidad, autonomía y  diversidad de las formas de vivir la intimidad en la vejez. 

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