
Senescencia celular ya va en retirada: Estamos prontos a vivir 150 años
David Sinclair, genetista australiano y profesor de la Universidad de Harvard, se ha convertido en una de las voces más influyentes en el campo de la biotecnología aplicada al envejecimiento. Su afirmación de que “la primera persona que vivirá 150 años ya ha nacido” no es una provocación mediática, sino la expresión de un proyecto científico ambicioso, respaldado por años de investigación, ensayos preclínicos y avances tecnológicos.
Reprogramación epigenética: el núcleo de la revolución biológica
El eje del trabajo de Sinclair es la reprogramación epigenética, técnica que busca restaurar el “reloj biológico” de las células. Esta se basa en la activación de genes específicos —como los factores de Yamanaka— para devolver a las células funciones propias de tejidos jóvenes. El laboratorio de Sinclair ha logrado rejuvenecer tejidos en ratones y monos verdes, particularmente nervios ópticos, y se prepara para iniciar ensayos clínicos en humanos en 2026, comenzando por enfermedades oculares como el glaucoma.
Los tratamientos actuales, sin embargo, tienen costos prohibitivos: entre 300.000 y 2 millones de dólares por paciente. El objetivo, según Sinclair, es escalar estas terapias para que en 2035 exista una “píldora rejuvenecedora” accesible y masiva, un avance que dependerá fuertemente de la inteligencia artificial (IA) para el descubrimiento de moléculas efectivas y seguras.
Teoría de la información del envejecimiento
La hipótesis central de Sinclair es que el envejecimiento no es sólo un proceso de desgaste celular, sino de pérdida de información epigenética, es decir, de las instrucciones que permiten a los genes mantener el orden funcional en cada célula. En sus palabras: “El epigenoma es el problema, porque el envejecimiento implica la pérdida de información sobre cómo deben funcionar las células”. Su gran hallazgo: es posible reiniciar este sistema sin necesidad de clonar o reiniciar el organismo completo.
Pruebas, potenciales y límites
- En ratones, un tratamiento de cuatro semanas produjo marcadores de juventud y duplicó su esperanza de vida (hasta un 101% más).
- En monos, se revirtió el daño del nervio óptico, abriendo posibilidades terapéuticas en humanos para enfermedades degenerativas y, en el futuro, incluso el Alzheimer o la ELA.
No obstante, la comunidad científica mantiene una postura cautelosa. Investigadores como Jan Vijg advierten que los éxitos en animales no necesariamente se trasladarán a humanos, y el gerontólogo S. Jay Olshansky recuerda que prolongar la vida sin garantizar la calidad podría resultar en una catástrofe sanitaria y social.
Inteligencia artificial, geopolítica y financiamiento
La IA ha sido clave para acelerar la investigación: analiza millones de compuestos y permite predecir cuáles pueden rejuvenecer células sin efectos adversos. Esta sinergia entre ciencia y tecnología ha provocado una auténtica carrera global en el campo de la longevidad, con inversiones millonarias desde EE. UU., Europa y Asia.
Empresarios como Jeff Bezos y Sam Altman ya han financiado parte de estas investigaciones, pero Sinclair advierte que la inversión pública sigue siendo débil y los recortes presupuestarios podrían retrasar o frustrar los avances.
Implicancias económicas y sociales
Una vida más larga y saludable tendría consecuencias positivas en términos económicos, al reducir los costos sanitarios asociados al envejecimiento y aumentar la productividad. Según estudios de Harvard y Oxford, un año adicional de vida saludable podría aportar billones de dólares a la economía estadounidense.
Sin embargo, también se vislumbran dilemas éticos y regulatorios:
- ¿Quién accederá primero a estos tratamientos?
- ¿Qué impacto tendrán en los sistemas de pensiones y salud pública?
- ¿Cómo regular su uso sin alimentar una nueva forma de desigualdad biotecnológica?
Entre el mito y la ciencia: el sueño eterno de vivir más
Desde los alquimistas medievales hasta las zonas azules de hoy (Japón, Grecia, Costa Rica), la humanidad ha buscado formas de prolongar la vida. En la actualidad, la esperanza de vida global se sitúa en 73,4 años, siendo Japón el líder con 84,3 años. Pero Sinclair no se conforma con vivir más: quiere que vivamos mejor.
¿Sólo algunos privilegiados?
Los trabajos del Dr. Sinclair nos sitúan frente a una bifurcación histórica: si la ciencia cumple su promesa, la humanidad enfrentará una redefinición profunda de la vejez, la salud y el contrato social. ¿Podremos asumir los desafíos que implica vivir 150 años? ¿O será esta una posibilidad reservada para unos pocos privilegiados?
La carrera por la longevidad ha comenzado. Lo que está en juego no es solo el número de años que viviremos, sino la forma en que viviremos esos años. Y en esa tensión entre posibilidad científica y responsabilidad ética se juega el futuro de nuestra especie. (Informaciones de Infobae)

